Galería Theotokópoulos

ESCLAVO MORIBUNDO

57. Esclavo Moribundo
Escultura de bronce patinado Medidas: 76 cm.

Nos encontramos ante una réplica en bronce de una de las esculturas más famosas de Miguel Ángel, el esclavo moribundo, pertenece al proyecto que le fue encargado en 1505 para diseñar el sepulcro de Julio II. Si bien es cierto que dicho sepulcro no se llegó a llevar a cabo por motivos económicos o por el enorme volumen de trabajo que tenía el artista. Han llegado hasta nosotros algunas esculturas exentas, bautizadas con el nombre de los Esclavos, y se han convertido en unas de las piezas más importantes de toda la Historia del Arte, tal es su fuerza y lo extraordinario de su composición. La idea original era colocar el sepulcro de Julio II en San Pedro del Vaticano, pero al no finalizarlo, las esculturas quedaron en el taller del artista y posteriormente, decidió donarlas al duque Cosme I para que las colocara en los Jardínes de Bóboli. Actualmente se encuentran repartidas entre la Galleria dell’Accademia de Florencia y el Museo del Louvre.
En 1520, Miguel Ángel empezó a diseñar seis esclavos en mármol, que nunca llegaron a finalizarse. El esclavo moribundo fue de las primeras en iniciarse y en ella podemos observar cómo la relación entre el artista florentino y el mármol era muy especial, en primer lugar hacía apuntes tridimensionales en modelos de cera o barro, y después esculpía con facilidad innata la pieza de mármol que había adquirido. Para Miguel Ángel, un trozo de mármol escondía una figura encerrada que había que liberar, arrancando el mármol que es innecesario. La escultura inacabada es de una enorme expresividad, parece que efectivamente

el joven esculpido trata de liberarse de la roca llevando a cabo un esfuerzo casi sobrehumano. Representa (junto con las otras cinco esculturas de esclavos) a los pueblos paganos en su reco-nocimiento de la fe verdadera, el Cristianismo.
Para ello, Miguel Angel muestra a un joven que aparenta estar dormido, haciendo hincapié en la flacidez de los brazos caí-dos, la cabeza ladeada y el rostro sereno. Con el fin de romper la perspectiva frontal que podría inundar a la escultura, decide provocar un leve contraposto que añade ingravidez a esta figu-ra, que bien podría ser un San Sebastián por su postura.
Esta escultura es una magnífica y rara réplica fundida en el siglo XIX del esclavo. Generalmente se hacen tiradas de cada figura de bronce, no son modelos únicos, solemos ver a menudo el mismo bronce, igual o en diferente tamaño. En este caso, no conocemos otras réplicas, que sin duda se hicieron, a excep-ción de uno de pequeño tamaño.
Firmada por el fundidor Ferdinand Barbedienne que nació en Calvados en 1810 y murió en París en 1982. En 1839 fundó la casa donde reproduciría gran parte de las esculturas clásicas de los museos y de los escultores contemporáneos. Se le considera el mejor fundidor y de más calidad del siglo XIX.

Bibliografía: Kjelberg, Pierre: “Les bronces du XIX siecle”, Les editions de l´amateur. 1989