Galería Theotokópoulos

FRANCISCO ANTOLÍNEZ Y SARABIA - Anunciación

SEVILLA 1645-1700 MADRID
5. Anunciación
Óleo sobre lienzo
Medidas: 100 x 65 cm.

Se dice que Sevilla era barroca antes de la aparición del Barroco como estilo artístico. En el siglo XVII era un hervidero de pintores, escultores y arquitectos que pululaban a orillas del Guadalquivir, por los talleres tan populares en la época. De este modo se creó en Sevilla un ambiente en el que la inspiración artística, llegaba en los barcos que venían del norte de Europa o de Italia en forma de grabados. Por otro lado, las tertulias donde se reunían los artistas ayudaron a crear una teoría del arte por la que empezaron a ser conscientes de la importancia de su oficio, reclamando que fuese reconocido como un arte intelectual y no manual. En este ambiente surgieron figuras como Velázquez, Murillo, Valdés Leal etc. Y posteriormente Francisco Antolínez, quien al igual que el maestro sevillano, marchó a Madrid.
Francisco Antolínez nació en Sevilla, Palomino tuvo ocasión de conocerle y nos habla de él, ofreciendo un retrato de su trayectoria artística y complicada personalidad. Céan Bermúdez investigó sobre la figura del pintor y gracias a él hemos podido saber que estudió leyes en Sevilla y que se dedicó a la abogacía toda su vida. Sin embargo este oficio sólo fue ejercido por Antolínez por mera conveniencia social, era hombre de elevada cultura y su pasión real era el arte. Según Palomino no logró mantener mucho tiempo ningún empleo como abogado, porque si iban a algún lugar con algún empleo de justicia a pocos lances salía a palos o a uña de caballo. Pero celoso de su profesión y juzgando quizá que la pintura era un oficio mecánico, y de menor rango, la practicaba sólo en sus ratos de ocio y no firmaba sus obras con la manía de “soy letrado y no pintor.”Estudió pintura en la escuela de Murillo y estaba inscrito en una academia menor en 1672. Este mismo año se trasladó a Madrid.
Francisco Antolínez tuvo un gran éxito con sus pinturas. Se sabe que exponía sus cuadros en lugares públicos como la explanada del Palacio Real de Madrid. Allí vendía series de seis ocho o doce cuadros que tenían una gran aceptación popular, su habilidad, rapidez y facilidad para pintar era tal que realizaba grandes cantidades de obras de pequeño y medio formato. Tenía como clientes a todos los conventos e iglesias de la península, así como devotos particulares que admiraban sus pinturas de escenas bíblicas, pobladas de pequeñas figuras murillescas, con fondos de arquitecturas y paisajes flamenquizantes, aprendidos seguramente en su relación con Ignacio de Iriarte y Matías de Torres. Su facilidad era tal para el arte de la pintura que se convertía en un trabajo mecánico y apresurado, observando en sus obras importantes variantes en cuanto a la calidad. Había trabajos automáticos y seriados mientras que otros, dependiendo de la calidad del encargo y el precio que pagaba el cliente, eran de gran calidad

Este cuadro representa “La Anunciación”, tema iconográfico que aparece en el evangelio de San Juan. En dicho texto se cuenta como el arcángel San Gabriel entra en la habitación de María para anunciarle que sería la Madre del Hijo de Dios. Las principales características de la obra de Antolínez, quedan reflejadas en este cuadro. La escena del encuentro entre la Virgen y San Gabriel, desplazada a un lado de la composición, es una mera escusa para colocar detrás de ambos personajes una impresionante arquitectura y un interesante y barroco despliegue escénico que nos revela el sentido teatral de la pintura, así como el gusto del pintor por las arquitecturas más espectaculares. Los personajes de la Virgen y el arcángel, pequeños, elegantes y refinados, a pesar de la sencillez de sus ropajes, que al igual que en la escultura, las envuelve en pliegues infinitos, recovecos qué propician la creación de luces y sombras provocadas por el rompimiento de gloria que hay entre las dos figuras. En torno a la paloma del Espíritu Santo se crea un cúmulo de nubes, sobre una de las cuales se arrodilla el arcángel, representado como un adolescente, que llama la atención del espectador y señala con un dedo el cielo, mientras con la otra mano sostiene un ramo de jazmines, símbolo de pureza.
En cuanto a la Virgen, mira sorprendida al recién llegado y se lleva una mano al pecho, sujetando con la otra la página del libro que está leyendo, en un gesto muy naturalista. El cortinaje rojo que cae al lado de María, recuerda el gusto barroco por el teatro, pero también ayuda a enmarcar la escena inundada por la bruma de nubes y que es acorde a la pincelada deshecha que emplea el pintor, al estilo de Valdés Leal. Este estilo rápido y suelto no impedía al pintor realizar indagaciones sobre los efectos lumínicos, los contrastes de luz y sombra espacial. En la parte derecha del cuadro observamos un paisaje de inspiración flamenca que era una constante en todas sus obras.
Podemos observar en esta pintura una obra de las de gran calidad de Antolínez. Seguramente un encargo importante de cuidada técnica y elegante composición, dirigida a una clientela exigente que le solicitaba cuadros de calidad.

Bibliografía de esta obra: catálogo Theotokopoulos.
Bibliografía referente a este autor: PALOMINO, A.: “El museo pictórico y escala óptica III. El Parnaso español, pintoresco laureado”, Madrid, Aguilar S.A. Ediciones, 1988; PEREZ SANCHEZ, A.E.: “Pintura barroca en España 1600-1750”, Madrid, Ediciones Cátedra, 1992; VALDIVIESO, E.: “Historia de la pintura sevillana”, Sevilla, Guadalquivir S.L., Edicio-nes, 1992.
Museos que poseen obra de este autor: Museo del Prado (Madrid), Ca-tedral de Sevilla, Palacio Episcopal de Huesca, Santa Ana de Brea (Ara-gón), Nuestra señora de los Remedios (Zamora) etc.