Galería Theotokópoulos

MAESTRO DEL PAPAGAYO (Círculo) - Adoración de los pastores

AMBÉRES PRIMER TERCIO SIGLO XVI
14. Adoración de los pastores
Óleo sobre tabla
Medidas: 45 x 32,5 cm.

El Maestro del Papagayo aparece mencionado por primera vez por Friëdlander en la revista Phoebus en 1949. Lo denomina así al observar que este ave se repite en las tablas de “Virgen con Niño” que le habían sido atribuídas. Activo en Amberes durante el primer tercio del siglo XVI, se supone que viene de Brujas, como otros muchos pintores, cuando se traslada el centro económico y artístico de una ciudad a otra. Es pintor de temas religiosos, especialmente Vírgenes con Niño y retratos. Influenciado por Joos van Cleve, Gossaert, Benson y P. Coeck. Algunos historiadores creen ver en las obras que se le atribuyen, diferentes manos y la posibilidad de que no fuese un solo pintor, sino varios que se agrupan bajo el mismo nombre. Frecuentemente se le confunde con el Maestro de las Medias Figuras sobre todo en las pinturas que representan la imagen de María Magdalena, que por sus indumentarias, más que Santas parecen damas de corte de Margarita de Austria.
En esta obra se puede apreciar el asunto de la “Adoración de los pastores” (Lc2, 8-16), con algunas variantes que nos indican la evolución italianizante de la pintura flamenca. En primer lugar, el entorno escogido para presentar la escena ya no es un sencillo establo, sino una arquitectura en ruinas, en la que todavía quedan restos de su grandeza y clasicismo, dignos del Renacimiento: las pilastras, los arcos de medio punto y el suelo de cerámica con el que se marca excelentemente la perspectiva, son elementos que nos indican el conocimiento por parte del artista de las nuevas corrientes procedentes de Italia. Si nos centramos en los personajes, advertimos que la iconografía utilizada respeta la tradición: alrededor del pesebre en el que descansa el Niño, encontramos a la Virgen y San José, a los pastores ataviados con morrales y gaitas, al buey y a la mula, sin olvidar a los ángeles quienes, como dicen los Evangelios, aparecieron 

para cantar “¡Gloria a Dios en las alturas y en la Tierra paz a los hombres en quien Él se complace!”. En la parte superior de la tabla se produce un rompimiento de gloria enmarcado por unas nubes donde se ve la figura de Dios Padre, que contempla la escena que tiene lugar en la tierra, dando así su bendición. A pesar de la felicidad del momento representado, el pintor no puede dejar de recordar al fiel que con la venida de Cristo, tendrá lugar la Redención de la humanidad a través de su Pasión, por lo que en primer plano coloca una lanza, como aquella con la que Longinos hirió el costado de Cristo durante la Crucifixión. Esta clase de recordatorios eran habituales en la época.
Son características especialmente evidentes de su cercanía al Maestro del Papagayo los rostros ovalados de los personajes, de perfil ancho con nariz fina. Sus ojos rasgados expresan una dulzura acorde con las posiciones de las manos, de dedos alargados y gran expresividad. Técnicamente es evidente la importancia que concede el pintor al dibujo, sobre todo si fijamos nuestra atención en las baldosas o en la arquitectura, y al color basado en rojizos y amarillos, acordes con los tonos que despide el rompimiento de gloria de la parte superior. Gracias a esta técnica, el Maestro consigue dar a la tabla un equilibrio que indica su buen hacer como artista.

Bibliografía de esta obra: Catálogo Feriarte
Bibliografía referente a este autor: Friedländer, M.: “Early Netherlandish Paintings”, vol. XII, Bruselas, 1972. Marlier, G.: “Pierre Coeck d’Alost”, Bruselas, 1966. Díaz Padrón, M.: “Revista Goya”, 1991.
Museos que poseen obras de este autor: El Prado (Madrid), MRBAB (Bruselas), Fine Arts Gallery (San Diego).