Galería Theotokópoulos

SAN MIGUEL

MÉXICO? SIGLO XVII
54. San Miguel
Madera dorada y policromada Medidas: 87 cm.

Las expresiones artísticas en la época colonial en América, están vinculadas a la tarea evangelizadora de los españoles tras el Descubrimiento. Los modelos europeos fueron transferidos y adaptados a la realidad territorial y cultural del nuevo continente, trasladándose incluso arquitectos, pintores y escultores desde Europa, para dedicarse a la construcción y ornamentación de las iglesias y obras públicas. El arte y la cultura americana de ese momento, debe entenderse como un proceso de mixtura y síntesis de esos elementos europeos. Los americanos fueron instruidos dentro de talleres artesanos establecidos por los españoles, en los que se fue fraguando la producción de imágenes religiosas destinadas al culto, en estrecha vinculación con los conventos.
La escultura en el siglo XVII y XVIII alcanzó una notable calidad por el cuidadoso trabajo de las vestimentas, el sentido del movimiento y la expresividad, además de la precisión de sus delicados y bellos estofados. Se importó escultura andaluza y se formaron escuelas regionales americanas, se exportó imaginería incluso a España y se extendió por todo Sudamérica. Ya en el siglo XVI se había manifestado el gusto por las imágenes policromadas en madera, siguiendo por lo general modelos sevillanos. A estos se fueron incorporando elementos propios. La llegada de esculturas sevillanas sobre todo de Juan de Mesa y Martínez Montañés, de

quien se tomó el gusto por la emotividad y la exuberancia en la decoración y se siguieron sus modelos, sobre todo las Inmaculadas.
En Quito se creó una gran escuela-taller donde se reproducían estas obras. Tuvieron pedidos de todo el continente y del extranjero, Méjico, Chile, Perú incluso de España, para sus iglesias y conventos. Principalmente solicitaban Vírgenes pero también belenes, calvarios, cristos y santos para devociones menores.
La representación de San Miguel es constante en la iconografía de todas las épocas como un santo destacado y de especial devoción. Fue siempre conocido como “Gloriosísimo Príncipe de los Ejércitos Celestes,” protector de los ejércitos cristianos contra los enemigos de la Iglesia. En esta escultura se le representa como un adolescente, se diferencia de los demás santos por llevar coraza de guerrero, faldón al vuelo, con un elegante y delicado estofado, adornado con corona y plumas, la capa al viento, como si fuera una danza contra el maligno que asustado se echa las manos a la cabeza tratando de evitar el golpe final.

Bibliografía de referencia: Universidad de San Pedro: “Escultura y pintura en la época colonial”, 2012. Teresa Humeeus Alliende: “Imaginería religiosa Virreinal”, 2014. Rodrigo Gutierrez Viñuales: “Pintura y escultura en Hispano América”.